La atrofiada victoria de Lula revela la fuerza de los populismos
El regreso de Luiz Inácio Lula Da Silva a la presidencia de Brasil es un nuevo capítulo en su leyenda personal: un ex trabajador que llegó a ser presidente del país más grande de América Latina, Lula tuvo que salir de prisión antes de poder ganar estos extremadamente elecciones dolorosas.
Sin embargo, el aspecto más sorprendente del voto brasileño no es la hazaña de Lula, sino la mínima brecha con su oponente, Jair Bolsonaro: 50,9 por ciento de los votos para Lula, 49,1 para Bolsonaro. La enorme cantidad de preferencias obtenidas por el presidente saliente, y esto a pesar de un mandato desastroso, alimenta varios interrogantes.
Bolsonaro negó el covid, permitió la deforestación de la Amazonía, no hizo nada para evitar el aumento de la pobreza y mostró una ética personal cada vez más degradada. Hasta hace unos meses se pensaba que con semejante presupuesto no podría ni postularse. Hoy, sin embargo, descubrimos que ha estado cerca de ganar.
Los temores son alimentados por ese carácter indestructible del poder de Bolsonaro, reforzado por las omnipresentes fake news durante la campaña electoral, por el inestimable apoyo de los evangélicos y por la ciega lealtad del núcleo duro de sus seguidores. Bolsonaro comparte estas características con otros dos políticos que pronto tendrán que competir con las encuestas: Benjamin Netanyahu y Donald Trump.