La sumisión a Putin llevó a la guerra en Ucrania
Seguramente nunca sabremos qué hay “en la cabeza de Vladimir Putin”, para retomar una pregunta formulada innumerables veces después de la invasión de Ucrania. Pero al menos hoy tenemos la oportunidad de asomarnos tras la fachada del “sistema Putin” gracias a un diplomático ruso que ha decidido dar un portazo.
Boris Bondarev, que en primavera dimitió de la misión diplomática rusa en Ginebra, acaba de publicar un largo y muy personal artículo en la revista estadounidense Foreign Affairs, en el que relata su trayectoria, la evolución de su pensamiento y la lenta transformación de la sistema que ha servido durante mucho tiempo.
El cuadro que presenta Bondarev no es tanto el de una ideología impuesta por la fuerza, sino el de una lenta «putinización» de los espíritus, al menos en el contexto de la cancillería, donde el exdiplomático trabajó durante veinte años (casi los mismos duración como el reinado de Putin). Bondarev relata cómo la libertad intelectual del principio dio paso primero a la obediencia ciega, luego a la necesidad de mostrar la propia lealtad y finalmente a la mentira para decir las cosas que querían oír «en las altas esferas».
como loros
El exdiplomático relata cómo sus compañeros y él mismo han ido comprendiendo progresivamente que era necesario repetir la propaganda dictada por el Kremlin «como loros», no para convencer al resto del mundo sino para tranquilizar al régimen de la bondad de sus posiciones.
Según Bondarev, los diplomáticos rusos sabían muy bien que Putin apreciaba a su ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, porque siempre respondía «sí» y le decía al presidente lo que quería escuchar. Del mismo modo, los telegramas diplomáticos rusos debían informar a Moscú del grado de comprensión de las posiciones del Kremlin en el extranjero y, sobre todo, minimizar cualquier información en contrario.